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IGLESIA PARROQUIAL DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN

En el mismo centro del municipio, en la plaza Juan XXIII se erige la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción, edificio que se enmarca dentro del barroco murciano.

Por la inscripción que existe en la fachada exterior del templo, en una losa de mármol, a la izquierda, nos dice que la Iglesia fue erigida desde 1732 hasta 1744.

APUNTES

Nombre: Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción

Situación: Plaza Juan XXIII, Fortuna

Época: 1732-1744

Observaciones: Talla de la Purísima, Custodia de las espigas y fresco de la Purísima.

Estilo: Barroco Murciano

En la restauración llevada a cabo en 1998 quedó transformado el último cuerpo de su torre campanario, recuperando los aires barrocos que debía tener en un primer momento. Aunque el interior del templo muestra en su altar mayor un retablo moderno de escayola, de estilo neobarroquizante, que se cree que en 1786 se solicitó a Pablo de Sistori que llevara a cabo un retablo de arquitectura fingida a modo de trampantojo, hoy día se pueden contemplar cerca del presbiterio dos muestras de pintura mural que pudieron corresponder a este encargo.

En la parte exterior de la parroquial nos encontramos ante un templo de planta basilical dividido en tres naves y, como suele ser usual, la central es más alta que las laterales. Estas naves dividen en cuatro segmentos toda la estructura. Cerca del presbiterio se abre el crucero que queda cubierto con una cúpula semiesférica sobre pechinas.

Todos los elementos que dividen y caracterizan esta arquitectura de ladrillo visto quedan marcados en el exterior de forma austera, similar a la de muchos templos barrocos de la región. Los arbotantes, en número de cuatro, se pueden observar en los laterales del edificio, desplazando el peso de la nave central hacia los contrafuertes de las laterales. En estas se pueden observar unos peculiares óculos enrejados.

Las cubiertas de las naves son de dos vertientes en la nave central y una en las laterales. La cubierta del crucero es también a dos aguas. Mientras, la cúpula estilizada, queda cubierta con la misma teja y deja ver en su tambor vanos cegados.

El elemento más destacado del exterior es la portada principal, si bien presenta numerosos retoques y cambios a lo largo de los siglos. Se puede dividir en tres ejes verticales, en los que el central albergaría la puerta de entrada y uno de los laterales estaría ocupado por el campanario, quizás originariamente existirían dos torres, puesto que de esta manera la estructura arquitectónica sería mas armónica.

El eje central de esta fachada queda dividido a su vez en tres cuerpos, en el primero la puerta de entrada queda enmarcada con unas pilastras y dintel de orden dórico, de líneas muy sencillas, poco ornamentadas; en este dintel en que se puede ver la marca de cantería con la fecha 1744. El segundo cuerpo corresponde a una ventana enrejada que se abre sobre la puerta y que en su día debió estar coronada por una moldura curva. El tercer cuerpo, que corona este eje central, es un frontón con hornacina típicamente barroco.

La torre campanario que hoy día podemos admirar es producto de la restauración de 1998, que intentó devolverle su aspecto barroco eliminando los añadidos del siglo XX. Se unificaron los dos últimos cuerpos con dos niveles de arcos de medio punto en una sola estructura, que presentaría estos mismos elementos sustentantes en sus cuatro lados enmarcados con pilastras.

A los pies del templo, sobre la puerta de entrada, hay un coro sobre un arco de medio punto muy rebajado y amplio, elemento este común en las arquitecturas de este período. Las naves en las que se divide el interior están cubiertas con bóvedas sobre lunetos. Dando a la nave central y al crucero, y dispuestas sobre las naves laterales, se abren unos balcones que corresponden a las tribunas superiores, en una estructura que se comenzó a dar en los templos a partir de la Contrarreforma.

A un lado de altar se encuentra una portada con pilastras y frontón triangular con medallones referidos al patrón Santiago. Las pilastras adosadas que se intercalan entre los arcos de medio punto que dividen las naves son de orden compuesto Jónico- Corintio. Estas pilastras están hoy día decoradas con tonos claros exceptuando las adyacentes al altar mayor, las cuales participan de los efectos marmorizados en colores y con dorados.

La decoración en tonos ocres y azul grisáceo es una reproducción hecha con plantilla que trata de imitar los restos de cintas originales que se encontraron en algunos puntos de las cornisas del templo. Los dieciséis nervios de la cúpula fueron también redecorados; esta cúpula muestra en su clave un peculiar florón del que pende un angelote.

El retablo del Altar Mayor tiene una larga historia muy relacionada con la histórica prohibición en el siglo XVIII de la construcción de retablos de madera, de ahí que este sea de escayola. Este retablo está decorado con los efectos actuales de imitación de mármol y dorados. En la hornacina central se guarda una pequeña imagen de la titular del templo, de escultor anónimo del siglo XVII.

Los orígenes y evolución de este templo parroquial no han sido estudiados en demasía. Conocemos bien las trazas de su Retablo Mayor. La construcción de la nueva planta de la iglesia se llevó a cabo durante el segundo cuarto del siglo XVIII, y en 1755 se solicitaba la ayuda del cabildo eclesiástico para la fábrica de un tabernáculo, siendo Francisco Palazón el encargado de recoger las limosnas necesarias para tal fín. Fueron Juan José de Gert y Gea y Pedro López de Reyes los encargados de realizar el tabernáculo.

Parece ser que las piezas de esta construcción  no se llegaron a montar enteramente, la ornamentación del altar sufrió un grave deterioro y abandono. En 1784 el párroco solicitó ayuda económica al cabildo para terminar el campanario y el retablo. Pero el dinero necesario no llegaba a librarse.

En 1786 se documenta la visita del pintor Pablo de Sistori y el tallista Diego García para contemplar las posibilidades de hacer un retablo pintado de perspectiva y un nuevo sagrario, quizá de esa época son unas rocallas pintadas que se conservan en el altar.

Pero ya en 1792 tenemos noticia de que los vecinos de la villa estaban subvencionando la construcción de un retablo de estuco, un carbonato similar al yeso. Tanto el escultor Roque López en 1789 como el de Orihuela  Ignacio Esteban realizaron trabajos en 1784 y 1789, consistentes en un trono y una imagen de San Roque, ambos elementos destruidos.

 

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